En principio, es bueno ver que el arte se derrame orgánicamente sobre estériles muros de contención, y que las fachadas del utilitarismo sean profanadas, sin otro fin que la expresión individual, como notó
>>5169. Bajo esta óptica, es un ejemplo de libertad creativa y de creatividad liberadora.
Pero como esta libertad no sólo cobija a los artistas propiamente dichos, sino también a los mediocres y los de mal gusto, y hasta a los antisociales, suele ocurrir que la ciudad se convierte en un lienzo de retazos disonantes. A tal punto llega esa discrepancia que los corazones burgueses, como el mío, empiezan a añorar la esterilidad del concreto.