/mu/ - Música

Vivimos en una era donde el futuro parece cancelado. Nada parece nuevo, todo parece una remezcla. El presente cultural es como un sueño que no termina, una repetición narcótica sin dirección. Mark Fisher lo llamó el "fin del futuro". No porque no pueda surgir nada, sino porque lo que surge no logra proyectar un después. La máquina cultural solo recicla, simula novedad, maquilla ruinas. En ese contexto, By the Time I Get to Phoenix de Injury Reserve no es simplemente otro disco experimental. Es algo más extraño y vital: una música que suena como un espasmo dentro del sueño del presente. No es hauntología en el sentido clásico: no hay una nostalgia por lo perdido. No se evoca el pasado como paraíso. Se lo usa como fragmento, como herida abierta, como interferencia. Los samples no rinden homenaje, los beats no sostienen una estructura. Todo se interrumpe, todo se colapsa. La voz se deforma, se ahoga, resiste. No hay futuro, pero hay cuerpo. Un cuerpo que tiembla, repite, se sacude. Y en ese espasmo, algo se siente vivo otra vez. A diferencia de Burial, que suspira por un futuro que nunca llegó, o de Death Grips, que convierte el presente en caos paranoico, Injury Reserve habita una zona ambigua: el momento exacto en que el sueño del presente se estremece, cuando algo se mueve en lo onírico, no para escapar, sino para quizás, volver a despertar. Es música de duelo, sí, marcada por la muerte de Groggs, por el colapso interno. Pero también es una grieta. No es utopía. No ofrece solución. Pero marca una ruptura en la superficie repetitiva del ahora. Quizás aún no hay salida. Pero el espasmo es real. Y a veces, un temblor es todo lo que necesitamos para empezar a soñar de nuevo, un mundo donde el capitalismo sea dialecticamente superado por algo mejor.