No.1692
Cada vez que me dirijo a Jesús, siempre hay señales. A veces agobiado le pido un respiro, otras pido por la salud de mis familiares y algo ocurre… en general positivo.
Rebusco en mis entradas anteriores y encuentro esto (está fechado al 13 de noviembre del 2020).
>Es otro día que paso rumiando amargura y disgusto. Mientras recorría la ruta y parte de un camino de tierra al volver mi cabeza sólo lanzaba preguntas retóricas como pelotas de tenis a un bloque de piedra dramatizando con ironía eventos que pasaron hace poco, revolcándome en autocompasión odiosa. Si a algo parecido a una conclusión llegó a esos pensamientos fue que albergaba tanto orgullo como tierra acumulada en las zapatillas… y resentimiento en la misma cantidad.
Pregunté una vez más a Jesús, si él tenía fe en mí. Se lo pregunté auténticamente, si Jesucristo, el Salvador de la Humanidad y Verdadero Dios Nuestro tenía alguna expectativa de que yo mejorara y aprendiera a sortear obstáculos y enemigos, en lugar de maldecir y lamentar mi destino como un pusilánime.
Acabo de bañarme para sacarme de encima la tierra y el calor. Fue un día opaco en significados, duro de sortear. Necesito ocuparme en algo con plenitud o me volveré loco.
Un día después de eso, dos personas me ofrecieron un trabajo consecutivamente. Pienso que las plegarias sinceras tienen respuestas, después de eso fui a misa dos domingos (no conozco a nadie de mi comunidad allí, pero mi cabeza estaba a mil y necesitaba algo de paz).
Gracias Yissus, sos genial.